Nadia se asomó por la ventana para ver el mar, faltaba poco para el atardecer. Se estremeció de belleza. Iba a ser difícil, muy difícil.
Cenó en el hotel, el caldo “estilo conventual” y las exquisitas verduras a la plancha del huerto del propio parador, le hicieron “alcanzar el cielo”. Quiso regalarse con esos placeres en su última noche, el alojamiento lo había elegido precisamente por su belleza, era un antiguo caserón del siglo dieciocho cerca del mar. Tomó una copa en el salón común cerca de la chimenea, una señora muy mayor entabló con ella una apasionante conversación sobre arte y belleza.
Durmió de un tirón, con la tranquilidad de quien tiene una importante decisión tomada, el desayuno a base de pan de hogaza, aceite de oliva y fruta, la trasladó a tiempos felices.
Dio un largo paseo por la playa, regresó al parador con lágrimas en los ojos. Fue directamente a hablar con el recepcionista, un hombre de extraordinaria hermosura y trato amable.
- No dejaré el hotel hoy – le dijo Nadia.
- ¿Hasta cuando quiere quedarse?.
- Pues aun no lo sé, quizás no me valla nunca.
Mmmmm.... dónde queda ese hotel???
ResponderEliminarBesos!!
Te voy a contratar como guionista,
ResponderEliminarBesos
Y no me extraña que quisiera quedarse para siempre, yo también querría.
ResponderEliminarbiquiños,
Aldabra
Q triste, q miedo :))
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