- Qué tal va la cosa, ¿se mueve?.
- Pues sí, hoy está animadito. ¿Ves esa espuma que sale a veces?
- Sí, sí que se ve. A ver si sale de una vez y volvemos a la normalidad.
Esa tarde se había reunido un buen grupo de vecinos en la punta de la avenida, algunos turistas miraban con prismáticos hacia la zona que burbujeaba dando un color canelo al centro de la gran mancha verde. El mar estaba especialmente calmado y la ausencia de nubes hacía presagiar un bonito atardecer. Los niños correteaban alrededor de sus madres riendo con sus juegos. Era el tema, el único. La “crisis volcánica” como decían los políticos, tenía al pueblo alterado, alterado y deprimido, tantos negocios cerrados, la pesca paralizadas, las evacuaciones, los terremotos.
Juan era vulcanólogo, jamás había visto un volcán activo, todo lo había estudiado en los libros, cuando lo llamaron aquella tarde y le dijeron que se tenía que ir a la isla para seguir de cerca la actividad volcánica no se lo podía creer, serían turnos muy largos y tediosos, sabían que había empezado pero no cuándo acabaría, que la naturaleza es caprichosa y no se rige por leyes humanas, así y todo se sintió el hombre más feliz de la tierra, empaquetó lo necesario y salió para el aeropuerto.
Un mes después seguía feliz y además, cansado, efectivamente aquello era duro, los horarios fueron peores de lo que se suponía en un principio, la improvisación era la tónica general y lo que se tenía previsto para el día siguiente, cambiaba según se comportara el volcán, a veces un desalojo repentino, otras un emisión de material inesperada, un seismo.....Aquello era una locura, una locura maravillosa y anárquica.
Esa tarde estaba libre, se pasó por la avenida, le gustaba oir los comentarios de los vecinos, a veces tan inocentes con respecto al caprichosos volcán. Ya no le acribillaban a preguntas, sabían que la ignorancia era el principal motor de la ciencia y que todos estaban aprendiendo. Miró a la mancha, en ese momento empezó a subir una masa blanca.
- mira, mira ¡¡¡
- ohhh, qué bonito
- tooomaaa, que guapo¡
Juan lo observó sin decir nada, siempre lo había visto en el monitor desde el “cuartel general de los científicos”, era maravilloso, los bloques saltaban varios metros sobre la superficie con un chorro de vapor a modo de geisher. Luego aguantaban un rato sobre la superficie y se hundían, efectivamente la actividad era mayor que en otras ocasiones, sintió una emoción fuera de lo normal, le picaban los ojos …. una chica que estaba a su lado le miró sonriente.
- Verdad qué es bonito?
Pues sí, mucho....- le contestó algo aturdido por el momento de debilidad -.
- Hola, me llamo Clara, mis padres me han dicho que eres uno de los científicos.
- Bueno, trabajo en el centro de vigilancia volcanológica.
- Yo creo que una cosa tan bonita tiene que ser buena, buena para todos, pero ellos están enfadados con la situación ….verdad que esto será bueno ¡¡¡¡.
Juan no sabía qué contestar, la parecía una chica tan candorosa e inocente que no quería decepcionarla, se dejó llevar por el corazón y contestó.
- Estoy seguro, será bueno.
Todos siguieron mirando al horizonte, el vapor blanco seguía orlando el centro de la enorme mancha, mientras el sol se fue ocultando en un hermoso atardecer.
Un regreso con mucha fuerza, si señor.
ResponderEliminarHermosa entrada y hermoso atardecer en el Hierro
ResponderEliminardesde luego que sí, que es candorosa la chica, y es una versión muy utópica de la realidad, porque el tiene el negocio cerrado... para él de bueno nada.
ResponderEliminarun relato muy entretenido y muy actual.
Aldabra
biquiños,
Yo la vi y es total mente candorosa, merece la pena un par de días para disfrutar :))
ResponderEliminarme ha gustado, sobre todo las últimas 5 líneas.
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