- Pues responder, no creo que sea el lobo.
Bajaron un poco el cristal y Leo asomó unos dedos diciendo:
- Buenas noches, ¿qué desea? - la contestación le resultó ridícula dada la situación climatológica -.
- Necesito refugiarme - dijo una voz que salía del interior de un impermeable amarillo que chorreaba -
- Ana, que este dice que quiere entrar, ¿qué hacemos?.
- No sé, ¿qué pinta tiene?.
- Pues mira tu, no se le ve nada, parece guiri.
Ana se asomó un poco y cerrando de nuevo dijo.
- Podemos dejarlo pasar, así nos entretenemos un poco.
Leo la miró con cara de asombro y se asomó de nuevo, ¿qué problema tiene?,- le preguntó al extraño-.
- ¿espikinglish?. -pregunto el guiri-.
- Oh yes! – contestó Ana desde dentro, -abriendo la puerta para que pasara-.
- Muchas gracias, es que estoy empapado y no encuentro dónde refugiarme para pasar la noche (le contestó en un inglés con fuerte acento).
Se quitó la gabardina, sacudiéndola fuera del furgón entró y se acomodó a un lado, traía una mochila y las botas embarradas. Se presentó
- Hola, me llamo Konrad, gracias por permitirme entrar.
- Yo me llamo Ana y ella es Leo, ¿juegas a las cartas?.
Konrad, no contestó, empezó a buscar dentro del bolsillo de la mochila bajo la atenta mirada de ambas, por fin sacó un frontal, se lo colocó y dijo:
- De acuerdo, ¿cómo es el juego?.
Ana se deshizo en explicaciones ante la mirada atónita de su amiga, nunca la había visto hablar con tanta soltura en inglés. Jugaron durante mucho rato, el extranjero era listo y aprendía rápido.
- Despierta Ana. Que el guiri se ha ido.
- Ehh, déjame dormir, ¿qué pasa?.
- Konrad, que no está, despierta que igual nos ha robado.
- Pero qué tontería dices, - Ana se incorporó sobresaltada-.
La velada fue larga, acabaron compartiendo unas galletas, que era lo único que tenían en ese momento. No paró de llover en toda la noche, así que tuvieron que acomodarse los tres de cualquier manera para dormir.
- Si ya te decía yo que no fue buena idea dejarlo entrar, -decía Leo mientras rebuscaba por la furgoneta.
- ¡Oye!, que tú no protestaste y bien que te reíste jugando los tres, anda no me digas que no es guapo el alemanito.
En ese momento, oyeron como tocaban en la puerta trasera, se miraron extrañadas.
- ¿Quién puede ser, qué hora es? -preguntó Leo-.
- no sé, no encuentro el reloj, abre ya.
- Por favor, abran que me estoy quemando – comentó desde fuera Konrad -
Leo abrió y se encontraron al extranjero con un cartucho en una mano y tres vasos de plástico en la otra.
- Traigo chocolate y “chugosss” para el desayuno.
Ana y Leo rompieron a reír mirándose.
- Pero, ¿qué pasa?, dijo el guiri.
- ¡Anda entra!, que vas a aprender a pronunciar "churro" como es debido.
No hay nada como un buen despertar con una buena compañía ;))
ResponderEliminarJaja.. me he reído con tu relato, me encanta!!
ResponderEliminarUn abrazo
Tenemos que escribir un guión. Napo
ResponderEliminarque sí, que tenemos que ser confiados porque hay muy buena gente en el mundo... a mí me gusta ser confiada, siempre he ganado mucho más con ello.
ResponderEliminarme encanta este diálogo, ¿por qué no escribes un poquito más?
un idilio, una excusión... algo
biquiños,
puede ser que las aventuras de Leo y Ana continuen....ya veremos
Eliminargracias
me he reído mucho con el guiri.
ResponderEliminarEspero que continúe.
Un abrazo
Claro que sí! que eso de piensa mal y acertarás es una bola de las gordas! Qué majo el guiri.
ResponderEliminarMajo, el Konrad. De hablar nada, pero ya conoce el chocolate con churros. Merece un sitio en la furgoneta.
ResponderEliminarDe nuevo por tu casa, disfrutando de las cosillas que nos dejas. Siempre un placer.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Leo debe ver "Manhanttan" de Allen y oir su frase final: "Tienes que aprender a confiar en la gente".
ResponderEliminarDifícil tarea enseñar a decir churros correctamente, pero a su favor hay que decir que mucho guiri paro ya sabe que nada contra el frío como un chocolate caliente.