A sus 70 años, cuando algún hombre la miraba ella recibía esa mirada como un halago. Siempre andaba por la calle muy derecha y segura de sí misma. Nunca perdió el interés por arreglarse y estar guapa. Siempre fue importante "el que dirán" como ella decía. Eso la hacía estar siempre de "buen" semblante y "ver". Aquella mañana, al igual que muchas otras se bajó de su taxi en el centro y se dirigió a la tienda donde habitualmente se compraba su tinte caoba, color elegido ya desde hace años por considerarlo "favorecedor". Toñi, la dependienta, la saludó afectuosamente, la conocía hacía años y aquella señora le resultaba simpática. Solían hablar un buen rato de cosas del día a día.
Con su bote de tinte en el bolso se dirigió hacia el bar Callao, en la barra pidió un cortadito y comentó que iba al servicio. Nunca lo hacía sin pedir algo en el establecimiento, lo contrario le parecía de "carotas". Tras la barra había un camarero nuevo que le sirvió el cortado algo claro, al ponerlo en la barra se rebosó mojando el sobre de azúcar. Ella le quitó importancia y se lo bebió a sorbitos mientras comentaba algo que salía en la tele. Por la calle se encontró con una señora que conocía de cuando ésta vendía en la recova, hablaron un rato hasta que a ambas les empezaron a doler los callos, siguieron cada una su camino. Ya la mañana había corrido lo suficiente como para volver a casa. Como no quería gastar más "perras" fue a la parada a coger la guagua. Conocía al conductor que le tocó, siempre echaban una parrafada antes de sentarse. Dió "una cabezadita" entre las 8 paradas que la separaban de la suya y medio asustada se levantó a tocar el timbre. Bajó algo torpemente, porque las piernas estaban pesadas del rato que llevaba sentada. Ahora le restaba un recorrido de unos quince minutos hasta su piso de la barriada. Tardó casi el doble porque saludó a Carmita que, alongada en la ventana, veía "cómo pasaba el tiempo".
Una vez en el hogar se cambió totalmente para ponerse ropa de "dentrocasa", abrió todas las ventanas y encendió la tele. La miró con ojos adormilados, se dijo: voy a "escabezar un sueñito" antes de comer, qué prisa hay ?.
Con su bote de tinte en el bolso se dirigió hacia el bar Callao, en la barra pidió un cortadito y comentó que iba al servicio. Nunca lo hacía sin pedir algo en el establecimiento, lo contrario le parecía de "carotas". Tras la barra había un camarero nuevo que le sirvió el cortado algo claro, al ponerlo en la barra se rebosó mojando el sobre de azúcar. Ella le quitó importancia y se lo bebió a sorbitos mientras comentaba algo que salía en la tele. Por la calle se encontró con una señora que conocía de cuando ésta vendía en la recova, hablaron un rato hasta que a ambas les empezaron a doler los callos, siguieron cada una su camino. Ya la mañana había corrido lo suficiente como para volver a casa. Como no quería gastar más "perras" fue a la parada a coger la guagua. Conocía al conductor que le tocó, siempre echaban una parrafada antes de sentarse. Dió "una cabezadita" entre las 8 paradas que la separaban de la suya y medio asustada se levantó a tocar el timbre. Bajó algo torpemente, porque las piernas estaban pesadas del rato que llevaba sentada. Ahora le restaba un recorrido de unos quince minutos hasta su piso de la barriada. Tardó casi el doble porque saludó a Carmita que, alongada en la ventana, veía "cómo pasaba el tiempo".
Una vez en el hogar se cambió totalmente para ponerse ropa de "dentrocasa", abrió todas las ventanas y encendió la tele. La miró con ojos adormilados, se dijo: voy a "escabezar un sueñito" antes de comer, qué prisa hay ?.
YO TAMBIÉN CONOCÍA A ESA SEÑORA
ResponderEliminarEse pelo caoba siempre radiante y bien peinado, no puedo negar que me sorprendia gratamente.
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