Islas

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Tenerife desde La Gomera

El blog de Beatriz Fariña

El que no inventa no vive. Ana María Matute (premio Cervantes).



martes, 29 de junio de 2010

Un libro

Victor acarició las tapas de la libreta de hojas blancas que esperaban ser escritas, se la acercó al pecho y pensó en que todo estaba dentro de su cabeza, sólo era cuestión de ponerse. Y ahora tendría tiempo.
Abrió la tapa dura, se apoyó un poco sobre ella y comenzó en la segunda página, siempre es bueno dejar al menos la primera en blanco. Eran las diez de la mañana, los niños estaban en la escuela, Carmen en la Universidad y la losa fregada. A las once y media se levantó, fue al baño cogió un plátano y al acabar abrió la libreta por donde estaba metido el bolígrafo y siguió.
A las 2 se levantó y almorzó ligero y sólo. Siguió escribiendo, se levantaba cada media hora para evitar el sueño.
Llegó Carmen con los niños y al oírlos paró la escritura. Hablaron un rato y en cuanto pudo se volvió a sentar, no le importaba que sus tres hijos revolotearan a su alrededor, él seguía a lo suyo. Su mujer curioseó por encima de su hombro pero lo dejó tranquilo.
Al día siguiente fue una reproducción exacta del primero y así hasta el viernes. Se levantó de la silla a media mañana, se estiró y con el cuaderno en sus brazos dijo en voz alta: acabé.
Se puso a las tareas de la casa y cuando llegó Carmen para comer con él la recibió con alegría en la cara.
-Ya terminé, dijo levantando los brazos como hacían sus hijos al meter un gol en la consola.
-Pues es estupendo.
-Sí, lo siento no podía parar, lo tenía todo aquí y no quería que se me fuera. Mañana comienzo a arreglar los papeles del paro y a buscar trabajo y llevo yo a los niños a la escuela y todo eso.
-Bueno será el lunes, mañana haremos otras cosas, le dijo mientras le abrazaba.
-Huy¡ sí, mejor.
-Pero tu crees que está acabado, acabado?
-No, claro, ahora falta, revisar, organizar, transcribir y un montón de cosas más. Pero yo ya he escrito mi libro.

El lunes, Carmen y Víctor se levantaron para comenzar la faena, llamaron a los críos, Víctor, con una voz desde el baño y la madre , cama por cama dándoles un beso y llenando el cuarto de luz.
Tras el desayuno-contienda se subieron juntos en el coche y salieron hacia la escuela. Cuando él acabó las entregas se fue a su antiguo trabajo a recoger los papeles. No había estado nada bien la manera en que lo habían echado, le estaba subiendo el resquemor del día del despido. Acabó rápido y al salir se acordó de dejar “el resquemor” dentro. Se concentró en su libro, lo recordó, en la gaveta al lado de las herramientas de escribir.

miércoles, 23 de junio de 2010

Kevin

María tuvo que pedir permiso en el supermercado, de nuevo la llamaron del instituto de Kevin.
- Mire, que su hijo es "disruptivo" ......
María, recibió la palabra como una bofetada, empezó a notar cómo se le ponían rojas las orejas y dejó de oir al tutor. Kevin estaba a su lado, con la cabeza agachada y tocando con la punta del tenis las rayas de las baldosas del suelo.
- .... ya en el primer trimestre le hemos puesto dos partes y ....
María intentó calmarse y escuchar lo que ese hombre de gafas con cristales gruesos le decía.
Se acordó de que hoy tenía que quedarse un rato más en el trabajo, que tenían inventario, con las prisas ni se había quitado la chapa con su nombre. Seguía intentando concentrarse.
Veinte minutos después salió del instituto tirando de la manga del chiquillo, que miraba hacia atrás triunfante, lo habían expulsado. Ya en la escuela era algo desinquieto, pero ahora en el instituto, no sabía ella qué pasaba que no hacían más que llamarla porque se portaba mal, parece que no atendía en clase y se dedicaba a entretener a los compañeros, jugar con el móvil, lanzar papelitos y eso. Debía ser cuestión de hormonas o yo qué sé, se decía ella para sus adentros.
Una vez en casa le dijo que estaba castigado sin ver la tele y sin salir con los amigos. Salió dando un portazo y aceleró por la calle para llegar pronto.
Le tocaba estar en la caja hasta las 12, habló con el encargado y metió la llavita para activar la caja. Pasó la primera una señora con dos carros llenos hasta arriba, cuando llevaba una tercera parte de la compra facturada sonó el politono de regaeton que anunciaba que le llamaba el niño, se tensó e intentó seguir pasando los productos. Tendría que haber apagado el cacharro, ¿ y ahorá qué le pasa al chiquillo?.
Agarró el datáfono y se lo puso en la oreja, el móvil seguía sonando. Menos mal que la señora estaba a lo suyo entullando la cinta con su compra y no se daba cuenta. Logró colocarse el teléfono (esta vez sí) entre la oreja y el hombro mientras seguía pasando la compra, miró a su compañera en la otra caja que le echaba una mirada compasiva.
- maaaa,
- qué pasa Kevin, que estoy trabajando
- qué dónde me metiste la “play”, que no la encuentro, me abbburrrrro
María sintió que el corazón se le aceleraba y que un calor se le alojaba en el pecho.
- ¡¡ Kevin, por dios ¡¡, tócale a la abuela y dile que te deje cogerla, que está sobre el armario del fondo.
Colgó y le dirigió una sonrisa de disculpa a la clienta, que ya había acabado de colocar toda su compra a modo de torre amenazante.
- Es mi hijo, que salió “disruptivo” como su padre.

martes, 15 de junio de 2010

los caballitos

Queríamos ir a Trinidad en coche de alquiler pero era carísimo así que optamos por el "coche palticulal". Dada nuestra pinta de turistas nos iban ofreciendo constantemente servicios de todo tipo. Al final cogimos el coche más barato, y no sabemos si el más cochambroso. A la hora de salir tuvimos que parar para comprobar un ruido que salía del capó, paramos y estiramos las piernas. Por fin seguimos, un rato después nos dan el alto los caballitos (los polis de tráfico de Cuba), teníamos preparado decir que éramos primos de un gallego vecino del conductor. El poli no se lo traga, le pone una multa y le retira las placas. Reinaldo, el conductor no se apura (difícil en un cubano), nos deja en la casa de unos parientes y él se va en busca de un amigo poli, le dejamos dinero para comprar una botella de ron. En la casa están viendo la teleserie, nosotros esperamos fuera, hacen 38 grados a la sombra. Dos horas después llega Reinaldo con las placas y sin el ron, volvemos a la carretera, estalla una tormenta con mucha agua, el coche no tiene limpiaparabrisas, nos reímos. Por fin llegamos a nuestro destinos un chorro de horas después de salir de la Habana. Al despedirnos nuestro conductor resume: "el cubano inventa mucho".

miércoles, 9 de junio de 2010

La domadora

La  domadora de elefantes entró en aquel antro de música dura y atmósfera cargada, su pelo largo, pantalones ajustados, chaqueta de cuero y botas altas hacían juego con el lugar. Estaba agotada de la larga jornada, con dos pases muy intensos por ser el último día. Hubo llenazo, los chiquillos gritaban frenéticos y Tom, el elefante, estaba ese día especialmente irritable, tuvo que imponerse varias veces para que supiera quién era la que mandaba. Para colmo los manifestantes ecologistas también tuvieron jornada intensiva y no pararon con sus gritos y arengas. Sólo tenía ganas de tomar unas copas y olvidarse. Tras el segundo ron a pelo, echó un vistazo al ganado, el único tipo interesante era aquel del final de la barra con una cerveza en la mano que bailaba flojito. Bueno al menos bailaba, que ya era algo. Tenía un aspecto vagamente intelectual y un cuidado desarreglo, de esos que te dan ganas de colocarle bien la camiseta. Tras el siguiente ron empezó a imaginarse como sería quitarle la camiseta, lo miraba pero él no parecía ponerle asunto, no como el resto de babosos empleados de banca con chaleco de cuero y llavero de Harley. Comenzó a sonar “walk on the wild side” y él pareció emocionarse moviendo la cabeza, esa canción a ella también le gustaba. Comprobó que su chaqueta no oliera a elefante y se decidió.

Aquella amazona salvaje se me acercó cuando estaba en lo mejor de mi ensimismamiento, sacándome bruscamente de él, se acodó a mi lado con su bebida en la mano, rozando suavemente mi brazo. Me miró y me sonrió, con la sonrisa apareció una dulzura oculta que no había percibido cuando la miraba de lejos. No dijo nada y se quedó mirando con decisión, le dije hola y seguí con mi meneo. Cuando acabó el tema me dijo que a ella también le gustaba. Me dí la vuelta hacia la barra para pedir otra bebida para ambos y comprobé que era tan alta como yo, y sin tacones. Así, de cerca me fijé en sus pechos que hasta ahora habían permanecido ocultos por la chaqueta, apoyé los brazos en la barra tensando los músculos. Era tan tarde que la música comenzó a ser más lenta e íntima, hablamos de música y dando sorbitos a la cerveza fui quedando prendado de su atracción, movía las manos de una manera especial, como si manejara algún tipo de batuta o herramienta. Aretha Franklin nos hizo juntar los cuerpo y bailar, luego todos los temas fueron envolventes, no pudiendo separar ya nuestros cuerpos.

Apagaron la música y tuvimos que salir al frío de la noche, ella iba bien abrigada y yo en camiseta así que tuve que disimular el frío para no parecer blandengue. Le dije de tomar la última en casa, que era cerca. No sabía de qué hablar, intuí que no era de la ciudad y la llevé por la parte más bonita y se lo dije. Le gustaba pero no la deje entretenerse mirando por miedo a empezar a castañetear los dientes, ella se dio cuenta y me calentó las manos en su cuerpo, dándonos un absurdo abrazo calefactor que me hizo desear aun más llegar a casa. Allí, directamente nos abalanzamos a besarnos con desesperación, como si hiciéramos algo prohibido.

El lado derecho de la cama amaneció vacío, me vestí y bajé a desayunar, no quería estar sólo en la casa. El bar de la plaza estaba a tope, debería ser tarde, ojeé la prensa y vi la noticia de la concentración donde había pasado la tarde, frente a la carpa del circo. Poco más había de novedad.
Con el alma algo rehecha gracias al jugo y el bocadillo, torcí por la primera calle a la derecha y la vi, lucía potente y avasalladora sobre aquel elefante de porte magnífico. El cartel anunciaba la última actuación.

sábado, 5 de junio de 2010

Domingos

Aunque preferiría estar censando gorilas en los montes Virunga, los domingos que me quedo en casa espero con ilusión el momento de rellenar el autodefinido del periódico. Elijo para esto un rotulador rojo exclusivo, que escribe sin apenas apretar, me recuesto y me concentro. Realmente lo hago como homenaje a mi padre que toda la vida disfrutó rellenando crucigramas, a mi me gusta desde hace poco. 
Aunque preferiría trampear uromastyxs en Mauritania, los domingos que me levanto en casa sin prisa, agarro mi carro de la compra y me voy a la recova, todos sabemos que es más caro que el súper, lo hago porque me gusta esa alegría que invade el recinto, que parece que regalan la comida. Me gusta la música pachanga que pone el señor que vende, de toda la vida cassetes y novelitas del oeste. Me gusta comprarle unos churros al señor de pelo cano, cadenas de oro al cuello y uña del meñique gigante y amenazadora.
Aunque preferiría descender el Amazonas en piragua, los domingos que estamos en casa todos, me gusta preparar un conejito al estilo doña Teresa, con su salsa de almendras y asadura, con unas papitas negras de acompañamiento.
Pues eso, que me gusta disfrutar también con las pequeñas cosas.