Islas

Islas
Tenerife desde La Gomera

El blog de Beatriz Fariña

El que no inventa no vive. Ana María Matute (premio Cervantes).



sábado, 30 de abril de 2011

Nadia

Nadia se asomó por la ventana para ver el mar, faltaba poco para el atardecer. Se estremeció de belleza. Iba a ser difícil, muy difícil.
Cenó en el hotel, el caldo “estilo conventual” y las exquisitas verduras a la plancha del huerto del propio parador, le hicieron “alcanzar el cielo”. Quiso regalarse con esos placeres en su última noche, el alojamiento lo había elegido precisamente por su belleza, era un antiguo caserón del siglo dieciocho cerca del mar. Tomó una copa en el salón común cerca de la chimenea, una señora muy mayor entabló con ella una apasionante conversación sobre arte y belleza.
Durmió de un tirón, con la tranquilidad de quien tiene una importante decisión tomada, el desayuno a base de pan de hogaza, aceite de oliva y fruta, la trasladó a tiempos felices.
Dio un largo paseo por la playa, regresó al parador con lágrimas en los ojos. Fue directamente a hablar con el recepcionista, un hombre de extraordinaria hermosura y trato amable.
- No dejaré el hotel hoy – le dijo Nadia.
- ¿Hasta cuando quiere quedarse?.
- Pues aun no lo sé, quizás no me valla nunca.

sábado, 9 de abril de 2011

La semana santa

Un ejercito de nazarenos me persigue, ¿estaré soñando de nuevo?. Tropiezo con un pilón, para ser un sueño el dolor de la rodilla ha sido muy real. Nunca me gustaron las procesiones, aunque sé que debajo de las capuchas hay gente normal como yo, que compran en el supermercado y madrugan para trabajar, incluso ahora hay mujeres. Logro darles esquinazo y entro a un bar. La barra está abarrotada, quizás si tomo algo me tranquilizo. ¡Oh no! hay uno de ellos comiendo, y a su lado están los costaleros, se les distingue por la ropa empapada de sudor. Salgo de nuevo, la calle se cierra de gente porque viene otra cofradía, cambio a otra, la muchedumbre viene hacia mí, entiendo que acaba de pasar por otro lado y ellos corren a su encuentro en otra calle. Esto es una locura, nunca llegaré al hotel. Noto el corazón muy rápido, estoy a punto de desmayarme.
- Hola, hola,.... ¿estás bien?
- Eh, eh... ¿dónde estoy? ¿Qué pasa?
- Pues no sé, creo que te desmayaste.
Una mujer de ojos negros y pelo oscuro con fuerte acento andaluz me levanta la cabeza apoyándola en su regazo. Puedo oler su cuerpo y percibir su calor. Noto la cara ardiendo, me la toco.
- Perdona, he tenido que darte unos cachetones para reanimarte, igual me pasé.
Lo dice con tanta gracia que la perdono. Me siento cómodo en sus brazos.
- Deberías comer algo, para que te reanime, vamos a ese bar.
- Espera, espera ….deja que me recupere un poco más. - Qué ojos tan bonitos tiene, ¡tremenda hembra!-.
Al rato ya no puedo fingir más y a ella le duelen las piernas de estar en cuclillas, así que me levanto despacito y apoyándome en ella, bueno más que eso me cuelgo de ella porque es muy alta y por suerte muy fuerte.
- ¡ Ale ! - me dice con alegría- ¿qué quieres tomar, mi “arma”?.
- Lo mismo que tú, pero la barra está a tope....
- No te preocupes que aquí me conocen. Martiiiín, dos cañas y algo de entullo.....
- ! Marchando ¡. - se escucha de detrás de la barra -.
Antes de que pudiera preguntarle su nombre ya nos estaban sirviendo.
- Aquí tienes, Carmen, las dos cañitas y un plato de boquerones.
- Gracias cielo, lo apuntas a la cuenta la cofradía y pásame el capirote que me voy en cuanto este angelito reviva.