Islas

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Tenerife desde La Gomera

El blog de Beatriz Fariña

El que no inventa no vive. Ana María Matute (premio Cervantes).



sábado, 10 de diciembre de 2011

Breves no tan breves: El hombre de negro - Beatriz Fariña

Breves no tan breves: El hombre de negro - Beatriz Fariña

La mancha

- Qué tal va la cosa, ¿se mueve?.
- Pues sí, hoy está animadito. ¿Ves esa espuma que sale a veces?
- Sí, sí que se ve. A ver si sale de una vez y volvemos a la normalidad.
Esa tarde se había reunido un buen grupo de vecinos en la punta de la avenida, algunos turistas miraban con prismáticos hacia la zona que burbujeaba dando un color canelo al centro de la gran mancha verde. El mar estaba especialmente calmado y la ausencia de nubes hacía presagiar un bonito atardecer. Los niños correteaban alrededor de sus madres riendo con sus juegos. Era el tema, el único. La “crisis volcánica” como decían los políticos, tenía al pueblo alterado, alterado y deprimido, tantos negocios cerrados, la pesca paralizadas, las evacuaciones, los terremotos.

Juan era vulcanólogo, jamás había visto un volcán activo, todo lo había estudiado en los libros, cuando lo llamaron aquella tarde y le dijeron que se tenía que ir a la isla para seguir de cerca la actividad volcánica no se lo podía creer, serían turnos muy largos y tediosos, sabían que había empezado pero no cuándo acabaría, que la naturaleza es caprichosa y no se rige por leyes humanas, así y todo se sintió el hombre más feliz de la tierra, empaquetó lo necesario y salió para el aeropuerto.
Un mes después seguía feliz y además, cansado, efectivamente aquello era duro, los horarios fueron peores de lo  que se suponía en un principio, la improvisación era la tónica general y lo que se tenía previsto para el día siguiente, cambiaba según se comportara el volcán, a veces un desalojo repentino, otras un emisión de material inesperada, un seismo.....Aquello era una locura, una locura maravillosa y anárquica.
Esa tarde estaba libre, se pasó por la avenida, le gustaba oir los comentarios de los vecinos, a veces tan inocentes con respecto al caprichosos volcán. Ya no le acribillaban a preguntas, sabían que la ignorancia era el principal motor de la ciencia y que todos estaban aprendiendo. Miró a la mancha, en ese momento empezó a subir una masa blanca.
- mira, mira ¡¡¡
- ohhh, qué bonito
- tooomaaa, que guapo¡
Juan lo observó sin decir nada, siempre lo había visto en el monitor desde el “cuartel general de los científicos”, era maravilloso, los bloques saltaban varios metros sobre la superficie con un chorro de vapor a modo de geisher. Luego aguantaban un rato sobre la superficie y se hundían, efectivamente la actividad era mayor que en otras ocasiones, sintió una emoción fuera de lo normal, le picaban los ojos …. una chica que estaba a su lado le miró sonriente.
- Verdad qué es bonito?
Pues sí, mucho....- le contestó algo aturdido por el momento de debilidad -.
- Hola, me llamo Clara, mis padres me han dicho que eres uno de los científicos.
- Bueno, trabajo en el centro de vigilancia volcanológica.
- Yo creo que una cosa tan bonita tiene que ser buena, buena para todos, pero ellos están enfadados con la situación ….verdad que esto será bueno ¡¡¡¡.
Juan no sabía qué contestar, la parecía una chica tan candorosa e inocente que no quería decepcionarla, se dejó llevar por el corazón y contestó.
- Estoy seguro, será bueno.
Todos siguieron mirando al horizonte, el vapor blanco seguía orlando el centro de la enorme mancha, mientras el sol se fue ocultando en un hermoso atardecer.

domingo, 16 de octubre de 2011

El erasmus liga ....

El “Erasmus” andaba aterido por la gélida calle del país escandinavo, con las manos metidas en los bolsillos del vaquero intentaba mantener el equilibrio sobre la acera escarchada. Tan sólo eran las cinco de la tarde y ya hacía rato que se habían encendido las farolas, andaba pensando, además de en no caerse, en su primera cita con una chica del país, por fin iba a practicar el idioma nativo aderezado con palabras de ese espanglish que tanto le gustaba a ellas. Desoyendo las recomendaciones paternas calzaba sus desgastadas zapatillas “olestar” que tanto molaban. Justo en la curva de la calle a pocos metros del pub donde había quedado, se le cruzó una dulce viejecilla que, sonriente, le miró a la cara, él le contestó el gesto sin percatarse de la correa que pendía de su mano y tras la cual asomaba uno de esos perritos que llevan las dulces viejecillas, éste se le atravesó enroscándose en la pierna derecha, para no aplastarlo con su  pié libre retardó brevemente la pisada mientras la pierna atrapada se deslizaba por la acera helada desequilibrando todo su cuerpo. Antes de que pudiera sacar uno de sus miembros superiores para sujetarse a algo, el aterido “Erasmus” dio con su cuerpo cuan largo era sobre el encharcado-fangoso y frío suelo. Tardó unos valiosos segundos en lograr zafarse de la sonriente viejecilla y su perro, tras los cuales logró levantarse y partir raudo y empapado a su  encuentro. Ya su walkiria de rubias trenzas se había apostado en la barra tras una impresionante cerveza helada, nuestro Erasmus la saludó y se disculpó por su húmedo aspecto, mientras observaba con pavor la impresionante jarra de medio litro que le acababan de servir.
Por fin un día salió el sol y nuestro héroe transeuropeo logró que se secaran sus “olestar” molonas y recuperar su “look” tan “cool“, sin el cual no se sentían nada seguro, aunque le costara algún que otro resfriado.

lunes, 3 de octubre de 2011

compañero de viaje

Era un poco frío en el trato y algo inexpresivo. Como compañero de viaje resultaba a veces incómodo, sobre todo si te tocaba sentarte a su lado en el estrecho asiento trasero del furgón. Decidimos dejarle que nos acompañara, no sólo porque no está bien discriminar a nadie y menos por no ser humano, sino porque a su lado nuestros móviles siempre tenían cobertura. Otra cosa, con él las chicas nunca tuvimos problemas para compartir caseta, y además no roncaba.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Saludable

Dejó de fumar, dejó de beber, se dio de baja en el casino y comenzó a hacer dieta. Con el tiempo dejó de ver la tele. Se fue quitando de todo lo que consideraba decadente y pernicioso para la salud del cuerpo y del alma. Ahora realmente ha logrado ser el más sano de todo el cementerio.

sábado, 20 de agosto de 2011

El baile (publicado en Diario de Avisos el 15/07/11)

Encerró la última cabra en el corral, se desvistió y se lavó en la palangana con el jabón que había comprado esa mañana. Se vistió a toda prisa, el pantalón olía a naftalina y la camisa le quedaba estrecha, el chaleco disimulaba el botón a punto de reventar. Guardó en una talega los zapatos y se echó a andar sendero abajo, por fin, sudoroso llegó a las afueras del pueblo, se quitó las alpargatas y las guardó entre los matorrales. A paso tranquilo y notando la presión de los zapatos llegó a la plaza, la orquesta comenzaba a tocar.

lunes, 8 de agosto de 2011

Reflejo de luna

 Salió tras la montaña, estaba llena, llena y poderosa, mientras caminaba me seguía. Me asomé a la baranda y vi el río repleto de plata y al final un arcoiris.

domingo, 24 de julio de 2011

La vida de color ....

No siempre fue su vida así, hubo una época en que vagaba en busca de un trabajo, de un amor, de un techo. Todo era gris. Vagó y vagó hasta que cayó al frío río que la despertó. A partir de entonces todo lo ve color rosa.

domingo, 17 de julio de 2011

En Bijagos (y II)

Al cruzar hasta el barco a algunos les cubre el agua por el ombligo y a otros por el pecho, pero no hay corriente y logramos llegar todos a un pequeño islote emergido donde yace nuestra majestuosa Mathilde-Claire escorada. Posteriormente logramos enterarnos del porqué de las prisas del guía, existía la posibilidad de que algún cocodrilo degustara alguno de los “sabrosos” turistas que pasábamos por el manglar y por el río.
Entre todos logramos enderezar la embarcación apoyándola sobre palos que llevaba el patrón. Una vez acabado ésto Jonás da el grito de “ostras”, y efectivamente, nos lanzamos a arrancarlas del suelo rocoso que las acogía para degustarlas tal cual, crudas y sin limón.
La situación es: es de noche, comemos arroz con pescado (decidimos darle una prórroga a la gallina) dentro del barco mientras esperamos a que la marea suba y seguir el viaje, Martín sigue con fiebre, tenemos los dedos cortados de atacarles a las ostras sin herramientas; notamos un vaivén, el patrón grita y nos ordena ubicarnos a estribor, raudos pero sin soltar el plato lo hacemos, el equilibrio es precario, nos vamos distribuyendo hasta notar que se mueve todo menos. Aumentamos el ritmo de deglución y nos preparamos para lo que venga. El agua arrastra todos los apoyos de un lado y cae sobre él, volvemos a contrapesar entre risitas histéricas este desequilibrio, de manera increíble el agua va haciendo flotar la Mathilde-Claire sin que zozobremos. Comenzamos a navegar.

El cielo está lleno de estrellas que iluminan nuestras caras. El ayudante del patrón hunde en la proa una vara para comprobar la profundidad, del agua nace una luminiscencia que nos hace a todos asomarnos por la borda, es como un milagro. Al mover el agua  sale luz (efecto de las aguas muy ricas en microorganismos).
Nuestro largo día finaliza cuando llegamos a la isla de Orango, un grupo de pescadores senegaleses nos acoge con asombro y cordialidad. El fuerte olor a pescado intentando salarse hace que algunos de nosotros decidamos montar la mosquitera cerca de la orilla, la presencia del mar abierto refrescó la noche y a pesar de los constantes paseos de los senegaleses para ver a las brancas, logramos dormir.

jueves, 30 de junio de 2011

En Bijagos (I). continuará....

El cielo está lleno de estrellas que iluminan nuestras caras.
El viaje de Bubaque a Canhabaque, aunque placentero, fue muy duro por el calor, una vez en la isla visitamos varias tabancas (poblados) para comprar comida, lo único que logramos fue una mísera gallina a la que tuvimos que perseguir para su captura, ¡lo que corre una gallina cuando se lo propone!. Esta falta de abastecimiento es habitual en las Bijagos, una serie de islas pobladas por familias que viven de manera autosuficiente de los productos que cultivan, complementándolos con productos del delta: marisco y pescado. No existía, además, un transporte regular que los comunicara con Bubaque, la isla principal.
De esa guisa, hambrientos, agotados del calor  y transportando por turnos nuestra gallina viva (por lo de mantenerla fresca, claro) atravesamos de nuevo el manglar  hasta la orilla para subir a nuestro barco.
Una vez en la playa tenemos una visión sorprendente, la Mathilde Claire, nuestra embarcación, está en medio del río. Les hacemos señales a los tripulantes desde la orilla. Nelson, nuestro guía, se acerca por otra parte de la costa que se aproxima más a la nave. Nosotros, felices, nos bañamos con los niños en la orilla, son las 5 y media y los mosquitos empiezan a aparecer, para protegernos nos llenamos de lodo, los niños se ríen, especialmente de Martín que con su delgadez y altura, lleno de barro, les debe parecer como un cocotero con patas y ojos. Él no se ríe....., tiene fiebre.
Por fin llegan las explicaciones, al bajar la marea el patrón no se atrevió a acercarse mucho a la orilla y ahora estaba encallado allí en medio, a una distancia que cualquiera que supiera nadar franquearía sin problema. Pero el guía no lo permite y prefiere que andemos hasta la punta más próxima. Nosotros, como auténticos “aventureros” que éramos, comenzamos a caminar por el manglar cada vez más infestado de mosquitos (ojo, que es zona de malaria) sin podernos quitar el calzado  para protegernos de las hirientes ramas bajo el fango. Nuestros pies eran succionados por el lodo mantecoso y de olor penetrante. Nelson miraba nervioso al agua de la orilla y nos metía prisa, Jonás, que iba de los primeros, de repente se hunde un poco más, al pararse todos aprovechamos para, apoyándonos en él, pasar esa zona conflictiva. Una vez ya todos en el agua vemos que logra zafar los pies sin botas y meter el brazo para sacarlas: toda una proeza. (Continuará ......)

domingo, 19 de junio de 2011

Querétaro*

Andando por la orilla de la playa las vi, por los senderos de la selva las vi, también en las paredes de la cabaña donde sesteaba en las horas de calor, tras los muros del bar donde servían bebidas a los sones del calipso más caliente, también ahí las vi, de un azul turquesa  igual que el cielo que refleja el mar del trópico.

* la palabra elegida por  los internautas como la más bella del idioma castellano, su significado es: la isla de las salamandras azules.

sábado, 28 de mayo de 2011

Acompañados

Pedro lo había sido todo y lo había tenido todo, ahora sus pertenencias cabían en el carro del súper que empujaba calle arriba rumbo a la plaza donde solía pasar la noche. Pues sí, casas, coches, barcos, sexo, poder y drogas, muchas drogas. Ahora mismo se conformaba con el vino de tetra brick que compraba en cuanto pillaba unas perras. Doblando la esquina vio a un gran grupo de gente que se sentaban en ese momento, bueno, no era la primera vez que algún grupo de protestones compartían durante unas horas su plaza.  Los fue esquivando hasta llegar al lugar dónde extendía sus cartones y preparaba la cama, algunos le miraban con sonrisa culpable.
- ¡Machangos! Pensó para sí.
Cuando se le acabó el vino y le llegó el sopor del sueño seguían allí, sacaron un megáfono. Pedro cerró los ojos y los volvió a abrir de madrugada, aun estaban allí, el grupo se acurrucaba apretándose unos con los otros, tenían sacos y algunas mantas. Volvió a cerrar los ojos despreocupado, - ya se largarán.
Tres días después todavía seguían en su plaza, tenían tiendas, cocina, altavoces, micros, mantas e incluso una guardería. A Pedro se la sudaba todo eso que ponían en sus carteles, democracia, trabajo, libertad....Para él lo único importante era poder dormir de un tirón mecido por los efluvios del alcohol, el resto del día sólo esperaba a que llegara ese momento, dormir, olvidar, no pensar.
Una semana después no sólo seguían allí sino que eran muchos más, de todos los colores, edades, sexos y pelambreras. Varias veces habían ido a hablar con él, Pedro se hacía el yonqui transtornado y lo dejaban tranquilo. Pero había un chico que especialmente le irritaba, estaba empeñado en darle de comer, en dejarle cartones más nuevos y mullidos, en cambiarle sus mantas por otras nuevas, toda una serie de amabilidades que Pedro despreciaba y además le molestaban, él no quería nada de eso, sólo quería que lo dejaran tranquilo que se fueran de una maldita vez a dormir a sus camitas calientes de “niños de papá”.

El día que la policía entró a desalojar la plaza todos recibieron. Habían acordado no moverse y permanecer sentados pacíficamente. Mientras lo arrastraban por el suelo, Juan se fijó en el bulto que seguía inmóvil en el soportal de la tienda, esa mañana no se había levantado, era extraño, siempre recogía sus trastos tempranito y se iba. Juan intentó decirle algo a uno de los policías que lo arrastraba, éste interpretó que se resistía y le dio un par de porrazos más. Juan prefirió callar, como casi siempre.

miércoles, 18 de mayo de 2011

hacer algo

Había una vez un pueblo dormido al que no le afectaba casi nada, ni siquiera que los despidieran por la cara, adormecidos miraban la tele y asentían como los perritos antiguos en la parte trasera del coche. Pero un día un grupo de gente se espabilaron, dejaron de mirar a la caja tonta y se dieron cuenta de que les estaban tomando el pelo, que ellos no eran los culpables, que la opinión ya no era pública sino manipulada, que la democracia ya no lo era y que quizás se pudiera hacer algo. Y lo hicieron. 

domingo, 8 de mayo de 2011

el hombre de negro

Cuando aquel hombre de negro (ya no utiliza guadaña, está pasada de moda) se me acercó y me dijo:
- te vienes conmigo.
Tenían yo aun muchas cosas que hacer, y mira que era guapo y atractivo, sí atractivo a pesar de un cierto aire siniestro. Tenía yo la tarde creativa y quería cocinar una cenita especial e imaginativa. Además al día siguiente había quedado con unos amigos para arreglar la huerta. Eso y un montón de planes para los siguientes días, semanas, meses, etc.
Así que le tuve que decir que no, que se esperase. Yo seguí a lo mío, tosí con fuerza, que había leído en internet que era bueno en esas situaciones. Tosí y pensé en lo rica que me iban a quedar las cigalas a la plancha con la salsa que estaba batiendo. Así que no le quedó otra que irse, y mira que era guapo.

sábado, 30 de abril de 2011

Nadia

Nadia se asomó por la ventana para ver el mar, faltaba poco para el atardecer. Se estremeció de belleza. Iba a ser difícil, muy difícil.
Cenó en el hotel, el caldo “estilo conventual” y las exquisitas verduras a la plancha del huerto del propio parador, le hicieron “alcanzar el cielo”. Quiso regalarse con esos placeres en su última noche, el alojamiento lo había elegido precisamente por su belleza, era un antiguo caserón del siglo dieciocho cerca del mar. Tomó una copa en el salón común cerca de la chimenea, una señora muy mayor entabló con ella una apasionante conversación sobre arte y belleza.
Durmió de un tirón, con la tranquilidad de quien tiene una importante decisión tomada, el desayuno a base de pan de hogaza, aceite de oliva y fruta, la trasladó a tiempos felices.
Dio un largo paseo por la playa, regresó al parador con lágrimas en los ojos. Fue directamente a hablar con el recepcionista, un hombre de extraordinaria hermosura y trato amable.
- No dejaré el hotel hoy – le dijo Nadia.
- ¿Hasta cuando quiere quedarse?.
- Pues aun no lo sé, quizás no me valla nunca.

sábado, 9 de abril de 2011

La semana santa

Un ejercito de nazarenos me persigue, ¿estaré soñando de nuevo?. Tropiezo con un pilón, para ser un sueño el dolor de la rodilla ha sido muy real. Nunca me gustaron las procesiones, aunque sé que debajo de las capuchas hay gente normal como yo, que compran en el supermercado y madrugan para trabajar, incluso ahora hay mujeres. Logro darles esquinazo y entro a un bar. La barra está abarrotada, quizás si tomo algo me tranquilizo. ¡Oh no! hay uno de ellos comiendo, y a su lado están los costaleros, se les distingue por la ropa empapada de sudor. Salgo de nuevo, la calle se cierra de gente porque viene otra cofradía, cambio a otra, la muchedumbre viene hacia mí, entiendo que acaba de pasar por otro lado y ellos corren a su encuentro en otra calle. Esto es una locura, nunca llegaré al hotel. Noto el corazón muy rápido, estoy a punto de desmayarme.
- Hola, hola,.... ¿estás bien?
- Eh, eh... ¿dónde estoy? ¿Qué pasa?
- Pues no sé, creo que te desmayaste.
Una mujer de ojos negros y pelo oscuro con fuerte acento andaluz me levanta la cabeza apoyándola en su regazo. Puedo oler su cuerpo y percibir su calor. Noto la cara ardiendo, me la toco.
- Perdona, he tenido que darte unos cachetones para reanimarte, igual me pasé.
Lo dice con tanta gracia que la perdono. Me siento cómodo en sus brazos.
- Deberías comer algo, para que te reanime, vamos a ese bar.
- Espera, espera ….deja que me recupere un poco más. - Qué ojos tan bonitos tiene, ¡tremenda hembra!-.
Al rato ya no puedo fingir más y a ella le duelen las piernas de estar en cuclillas, así que me levanto despacito y apoyándome en ella, bueno más que eso me cuelgo de ella porque es muy alta y por suerte muy fuerte.
- ¡ Ale ! - me dice con alegría- ¿qué quieres tomar, mi “arma”?.
- Lo mismo que tú, pero la barra está a tope....
- No te preocupes que aquí me conocen. Martiiiín, dos cañas y algo de entullo.....
- ! Marchando ¡. - se escucha de detrás de la barra -.
Antes de que pudiera preguntarle su nombre ya nos estaban sirviendo.
- Aquí tienes, Carmen, las dos cañitas y un plato de boquerones.
- Gracias cielo, lo apuntas a la cuenta la cofradía y pásame el capirote que me voy en cuanto este angelito reviva.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Teresa

Evito utilizar el blog a modo de diario o bitácora de los aconteceres de mi vida, últimamente intentaba tan solo escribir relatos imaginarios que me sirven para desconectar y disfrutar creando. Ese es en principio el fin de esta pizarra en la que cuelgo cositas. Pero a veces tengo ramalazos de nostalgia y me rebozan palabras vía web. Teresa, ese nombre ya en desuso, con connotaciones, para muchos, santorales, es en mi entorno muy importante. Una de mis hermanas se llama así y también mi madre, se llama o se llamaba, no sé como se debe conjugar el verbo cuando esa persona no está con nosotros. Hoy ha fallecido otra Teresa cercana y recibir la noticia  ha hecho rebrotar muchos recuerdos.
Gracias.

sábado, 12 de marzo de 2011

El Hamman

Entro en aquella sala de cálida húmedad, me siento sobre el templado mármol y me relajo. De la nebulosa de mi memoria van saliendo imágenes sueltas de mi pasado inmediato.
 
Un antro en Estambul, con luces rojas y mujeres exuberantes bailando al ritmo de una música
trepidante, la policía que entra. Una comisaría mugrienta y los bruscos policías turcos.
 
Me extiendo sobre la losa tibia. Le entrego el negro jabón al masajista y comienza a restregarme con rudeza enjabonándome todo el cuerpo, a pesar del dolor sigo ensimismado en mis recuerdos.
 
El juicio absurdo y la cárcel. Sobrevivir en aquellas condiciones me parecía imposible, pero lo logré. Mi compañero de celda sólo hablaba turco y me tenía miedo, miedo físico, eso fue lo que me salvó. Tras las primeras peleas, a pesar de salir mal parado, todos comenzaron a respetarme, me sobreponía y seguía enfrentándome a ellos. Al menos en la enfermería descansaba de la tensión y de sus puñetazos.
 
Paso a otra sala con más calor, me quito el jabón a cubos con agua muy caliente. De nuevo me tiendo a sudar. Mi cuerpo está molido y con cicatrices aun visibles. Mi alma comienza a ver la luz.
 
La segunda semana consigo que me visite mi abogado, me lo pinta feo, no tengo una buena coartada y ahora ya no es tan fácil sobornar a la autoridades.
Le cuento de nuevo lo ocurrido: yo estaba tranquilamente bebiendo un té en aquel tugurio, cuando aquel hombre se lió a puñetazos con la chica que bailaba, yo simplemente le sujeté el brazo y le dije que la dejara. Salimos a la calle y tras unas palabras se fue muy enfadado. Entré de nuevo al bar y, a la hora, vino la policía diciendo que me detenían por haber acuchillado a un tipo.
 
En la misma sala me dan un masaje con aceites perfumados, ahora logro perderme y no pensar en nada. Bajo el agua fría vuelvo a recordar la cárcel. Allí el agua siempre era helada y no siempre la usaban para lavarnos.
Vuelvo a recostarme en la sala siguiente, hace mucho calor, noto como el sudor sale por mis poros, noto que con él voy purificándome y sintiéndome como el que se desprende de una pesada losa.

Me veo en el patio de la prisión bajo el ardiente sol, camino de un lado a otro para ejercitar mis músculos, el grupo del violento “zevir”, el jefe de los reos, me increpa sin entender lo que me dicen, no creo que sea nada agradable. La última vez que coincidimos me echaron del banco donde estaba sentado y al enfrentarme me agarraron entre varios dándome una buena paliza. Tres días en la enfermería. Les mantengo la mirada pero sigo a lo mío, quizás algún día se cansen. Aparece un nuevo preso en el patio, es rubio y muy delgado. Hablan entre ellos y le abordan, éste hace ademán de no entender, le dan un azote en el culo y se ríen. Creo que durante unos días tendrán juguete nuevo.
 
El agua fría vuelve a caer por mi cuerpo, acaba de arrastrar todas mis inmundicias, me siento mejor. Con una toalla me restriega un fornido masajista, mi piel enrojece. Recibo un último masaje y pienso en aquella chica que bailaba voluptuosamente la última vez que la vi.
 
Mi abogado me recoge en la puerta de la cárcel y me da la enhorabuena. Tras preguntarme dónde quiero ir me deja en mi hotel, al fin libre. 

Salgo del edificio de cúpulas de mosaicos, me siento agotado y relajado a la vez, dejo detrás la mochila del dolor, y un mes de infierno que no pienso volver a recordar, caro precio por la vida de aquel imbécil que se atrevió a retarme en una calle de Estambul.

lunes, 21 de febrero de 2011

Autoestopista

Me senté, cerré la puerta y el coche salió a toda velocidad antes de que me ajustara aquel extraño cinturón de seguridad “integral”, también, antes de habérmelo colocado me había arrepentido de subir en el coche de ese tío tan raro. Se acercó mucho, muchísimo al que iba delante de nosotros en la autopista, cerré los ojos esperando lo peor y en ese momento sentí que el estómago se me encogía por la velocidad del ascenso, efectivamente, abrí los ojos y vi como sobrevolábamos la autopista, no podía ser verdad, aquello volaba. Reuniendo fuerzas para no gritar le indiqué que me quería bajar, el descenso fue muy brusco ........
Sí, muy brusco, menos mal que la almohada calló bajo mi cara …... siempre duermo abrazado a ella.

sábado, 29 de enero de 2011

Obama y la expendedora de condones. (2ª parte y final)

No hablaban, sólo se estrujaban con las manos y la boca, él metió la pierna entre los asientos y se pasó atrás con agilidad tirando de su brazo, ella cayó sobre él y se quitó los zapatos.
- ¡Maldición! – pensó ella, tenía que haberme puesto vestido, pero claro y yo qué me iba a imaginar, si ni siquiera me gustaba.
Cuando María tenía los pantalones por los tobillos y él la bragueta abierta,  ella se detuvo en seco.
- ¡El condón, póntelo!.
Pedro no usaba, su mujer estaba ligada y nunca practicaba sexo fuera de su matrimonio, ella tampoco, al menos hasta ahora y su marido también estaba “ligado”.
Pedro no respondió, hizo un gesto de “no pasa nada” y siguió.
- No, no, no me la juego, en el pub hay una máquina, vete y saca uno.
- ¿Una máquina? - él no entendía.
- Sí de esas que están en los baños.
- Yo no la vi.
- Sí, estaba por fuera.
- Pues vamos los dos, no te vas a quedar aquí sola.
Con pocas ganas se vistieron, Pedro cogió la llave, cerró y salieron. María notó que le temblaban las rodillas, no sabía si de excitación o de arrepentimiento, lo miró por detrás, la verdad es que reconocía que era atractivo a pesar de sus 53 años.
Entraron y fueron a los lavabos, él la arrinconó contra la pared y la besó como adivinando sus dudas, era mejor no hablar.
- Funciona con un euro y yo no tengo cambio.
- Pues yo tampoco, dijo Pedro tocándose los bolsillos.
- Vaya, qué fastidio – dijo ella dándose por vencida.
- Bueno, cambiaremos.
Pedro se acercó a la barra y le hizo una señal al muchacho del otro lado, éste se meneaba con la música y no se enteraba. Pedro insistió un rato, algo nerviosos.
- Me cambias para la máquina, por favor.
- No hay máquina de tabaco, señor.
La palabra “señor” le taladró el cerebro y le bajó el ánimo de golpe.
- No es para cigarros, es para los condones.
- A, sí, sí, claro.
Pedro llegó con las monedas, María ya no sabía cómo ponerse para que nadie la viera, sentía una mezcla de emoción juvenil, clandestinidad y patetismo.
Pincharon el euro y le dieron cada uno a un botón distinto: el de activación y el de devolución. Se oyó un chasquido y la caída de la moneda. Los leds rojos se apagaron pero no salió nada. Pedro golpeó con la mano, el dispensador aguantó la envestida sin inmutarse y a María le dio la risa floja.  Pedró dejó caer los brazos desanimado y dijo:
- Anda, vámonos, te llevo a casa.

viernes, 21 de enero de 2011

Obama y la expendedora de condones (parte 1ª)

Pedro movía la cañita dentro de su mojito con aire ensimismado, aun no era la hora pero ya tenía hambre, ya que pagaba él pensaba darse un homenaje de marisco en el mejor restaurante de la zona. María llegó puntual, en el trabajo también lo era.
- ¡Mira que perder la apuesta! - pensó Pedro.
La verdad es que era increíble que un negro ocupara la Casa Blanca, para él estaba tan claro que fue capaz de apostarse una cena, y ahí estaba a punto de cumplir la apuesta. ¡Oye, vaya con María! (pensó), que guapa se ha puesto, en el trabajo con el uniforme no parece tan sexy. Ella se había sentado a su lado en la barra con aire triunfador.
- Quieres tomar algo – preguntó él.
- No, prefiero reservarme para la cena, además se nota que tienes hambre.
Una vez en el restaurante hablaron de todo menos de trabajo, ella no se regodeó mucho con su victoria, simplemente comía con deleite, chupada sin ningún pudor las cabezas del marisco y mordía justo por la mitad las cigalas después de pelarlas con las manos. La cena transcurrió en un ambiente distendido como dos compañeros de trabajo bien avenidos que eran, se conocían desde hacía ya 20 años. A mitad de la comida, Pedro le rozó la rodilla por debajo de la mesa al extender su servilleta.
- Perdona, no sabía que estabas ahí.
A María le dio la risa floja, igual que le solía pasar en el trabajo cuando un cliente daba un traspié al salir de la farmacia, porque no detectaban el rebaje que había en el suelo. Pedro se fijó en los oyitos que se le marcaban a ambos lados de la boca, también, desde la segunda copa de vino se había detenido a mirar con agrado los pechos de su compañera, especialmente frondosos esa noche.
La botella de Somontano se hizo poca y Pedro pidió una segunda.
- Pero no decías que no bebías - le comentó a ella.
- Nunca cuando estoy de servicio, claro.
Era curioso que a ambos les gustara el tinto, incluso con el marisco. Al coger las copas, sus dedos se tocaron suavemente y a ella le subió un escalofrío por la nuca.
- ¡Vaya!, pensó para sí, debe ser el marisco, me estoy excitando.
Pedro pagó y la esperó mientras ella iba al baño.
- Bueno, ¿cómo viniste?, ¿te llevo a casa? -  preguntó él.
- Vine en taxi, pero no te molestes, te pilla muy lejos.
Caminaron las dos calles que les separaban de su coche hablando de las cualidades de la cena, hacía una noche estupenda y las calles estaban animadas. Él propuso tomarse algo en un local justo donde estaba el coche, a ella no le pareció mala idea.

En el coche forcejearon un poco con la palanca de cambio para acomodar sus cuerpos, saltaban chispas entre sus dedos, Pedro se había vuelto hacia ella y ella se apoyó en sus rodillas para llegar mejor a su boca. No entendían qué pasaba, se dejaban llevar por un impulso químico que le daba órdenes a sus cuerpos.
No hablaban, sólo se estrujaban con las manos y la boca, él metió la pierna entre los asientos y se pasó atrás con agilidad tirando de su brazo, ella cayó sobre él y se quitó los zapatos.

Continuará ......