Islas

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Tenerife desde La Gomera

El blog de Beatriz Fariña

El que no inventa no vive. Ana María Matute (premio Cervantes).



martes, 18 de diciembre de 2012

Suspendidos

Suspendidos en el piso 33 de la torre de oficinas, Adalberto y Carolina hablan cada uno sentado en esquinas opuestas del ascensor. A veces habían coincidido por ser de los primeros en entrar al trabajo, ella se baja en el 34 y él sigue hasta el 37. También se suelen ver al acabar la jornada, siempre con los rezagados. Nunca antes habían hablado, ni siquiera uno de esos saludos que se hacen con un gesto al resto de seres humanos que forman parte de nuestro decorado diario.
Esa noche tendrían tiempo de darse los buenos días y las buenas noches que jamás han intercambiado. Diez minutos después de que el ascensor quedara parado, tocaran insistentemente la alarma y comprobaran cada uno por su cuenta que no tenían cobertura en sus respectivos teléfonos, ella dijo.
 - Pues vaya faena, …. nos oirá el vigilante, supongo.
 - Imposible, me telefoneó para decirme que saliera por la puerta trasera, que se iba y dejaba la alarma puesta.
- Pero eso no puede ser, a mi no me dijo nada. ¿Cómo hubiera salido yo?
- Habrá dejado una nota en la puerta, o se habrá olvidado simplemente. Como es nochebuena.
 El silencio vuelve a reinar entre ellos. Adalberto analiza la situación, con el ascensor averiado dentro de un inmenso edificio de oficinas vacío, en la víspera del día de navidad, les esperaba, con suerte, una larga y fría noche. Además a él nadie le echaría de menos.
 - Bueno, entonces qué podemos hacer?. Preguntó Carolina con la voz temblorosa y apunto de llorar.
 - Creo, que no podemos hacer nada. Tranquilizarnos y esperar a que los vigilante del siguiente turno lleguen pronto.
 - Pero mañana es navidad, no creo que trabajen.
- Esperemos que no tengan familia y vengan …..., realmente no tengo ni idea de si trabajarán o no.
Carolina se hundió en un silencio reflexivo, se aisló y fue cayendo al suelo hasta quedar acurrucada. Él le preguntó si alguien la esperaba, ella meneo la cabeza. A la cuarta vez que le preguntó si tenía frío, respondió....Sí.
- Pues debes levantarte y moverte.... por cierto me llamo Adalberto -dijo extendiéndole la mano, en un gesto más protocolario que lógico-.
Carolina lo miró con la vista ida, Adalberto se preocupó, ¿estaría en estado de shock?. Su mente analítica comenzó a repasar sus conocimientos de primeros auxilios, basados en muchos años de ver telefilmes. La sujetó de la muñeca, la levantó y cuando iba a empezar a abofetearla ella dijo:
- Yo me llamo Carolina, encantada.
Un rubor acaloró sus mejillas y casi le arranca una sonrisa.

 Eran las 9 de una espléndida mañana de navidad, Raul tecleó el código de la alarma y abrió la entrada principal. No tardó en darse cuenta de que el ascensor A de la torre I no funcionaba, justo fue el que eligió para subir y comenzar la ronda de vigilancia. Dudó en llamar a la empresa de mantenimiento, - ¿trabajarán hoy? - se preguntó. Bueno, llamaré dentro de un rato a ver si alguien lo coge.
 Aburrido de repasar oficinas vacías se dirigió al teléfono de la primera mesa y tecleó a su país, era buena hora para localizar a su madre en casa y felicitarla.

Colgó enjugándose unas lágrimas, mirando a la puerta del ascensor que tenía enfrente recordó que debía llamar. El operador le fue indicando la serie de comprobaciones que debía hacer previas a la visita del servicio técnico, ya que este se demoraría por ser fecha tan señalada. Raúl iba y venía del teléfono al cajetín eléctrico siguiendo las instrucciones, en una de ellas se escuchó el ruido de la puerta del ascensor que se abría, ¡que gracia! justo estaba parado en el piso que había elegido para llamar por teléfono. Salieron dos personas, una pareja, se arreglaban la ropa con movimientos nerviosos.
- Hola -dijo Raul- no sabía que había alguien atrapado dentro.
- Feliz navidad, -dijo Carolina mirando a Adalberto con una sonrisa cómplice-.
- ¡Tremenda una faena!, ¿llevan ahí toda la noche?.
- Bueno …... he tenido “nochebuenas” mucho peores -dijeron ambos-
 Rieron por la coincidencia. Carolina pulsó el botón del segundo ascensor para bajar y exclamó al llegar.
- ¡Vaya! este funciona.
Raul los miró entrar alegres al ascensor, les felicitó la navidad y pensó: ¡qué gente más rara!.